Ana Guillén, interiorista: “El buen diseño tiene que ser bonito, pero también funcional”
Al hablar de su pasión por el diseño, Ana nos cuenta que desde pequeña siempre le ha llamado la atención el tema de las casas. Le gustaba hacer casas para jugar con sus muñecas y cuando terminaba de construir la casa, ya no le apetecía jugar con las muñecas, lo que le divertía era solo hacer la casa.

“Mis proyectos favoritos siempre son las reformas integrales de viviendas, en las que solo dejas el perímetro y vuelves a plantear todos los espacios sin que nada te condicione, y todo nace desde cero y sale de mi imaginación. “Cuando una obra no es integral y se aprovechan partes de la vivienda, ya estás condicionada y no puedes crear de la misma manera”, nos confiesa.
Esta joven murciana, al inicio de su trayectoria profesional, ganó una mención en un concurso en Porcelanosa. Y a nivel estudiante, ha ganado varios premios de pintura, ya que desde siempre se le dio bien dibujar, mezclar colores, etc.
Nos revela que lo que más disfruta de su carrera es el momento en el que empiezan a surgir todas las ideas y está en el estudio y las va dibujando. Con cada proyecto nuevo pone tanta ilusión que le llegan miles de ideas nuevas. Le encanta cuando empiezan a surgir esas ideas de la nada y van formando el hogar de otras personas.
Ana disfruta mucho diseñando casas, pero sus proyectos preferidos son los negocios: una tienda, un restaurante…, cualquier tipo de negocio. Hay que hacer un estudio previo de qué tipo de producto venden, a qué público va enfocado, qué quieren transmitir a sus clientes con el establecimiento… Son proyectos que invitan a ser muchísimo más original que con una vivienda. El proceso de diseño es más creativo y hay menos barreras.
Lo mejor de su trabajo es ese mensaje de WhatsApp que recibe de sus clientes cuando llevan unos días instalados en su nueva casa y le dicen lo a gusto que están, lo bien que ha quedado todo y lo felices que son ahora que tienen una casa adaptada a ellos. “Es muy gratificante ese mensaje después de meses de trabajo. Al final dedico tantas horas a cada casa que saber que ahora viven mejor que antes gracias a mis ideas no me puede hacer más feliz”, relata.

La diseñadora tiene claro que el buen diseño tiene que ser bonito, pero también funcional. Manifiesta que las casas no son museos, y hay que vivirlas y adaptarlas a cada persona, pero también hay que ser ético y decir no cuando el cliente quiere algo y tú sabes que eso no lo debe poner así, o bien porque ese material no es bueno para esa zona, o porque no debe invertir su dinero en algo que quedará obsoleto pronto, cree que hay que diseñar como si fuera para uno mismo y ser sincera con los clientes.

Lo que más disfruta de cada proyecto es diseñar casas para personas diferentes y no tener un perfil de cliente siempre igual. Ha diseñado casas para familias numerosas, parejas sin niños, para una persona soltera, personas discapacitadas, alojamientos vacacionales… En la variedad empieza el reto de cada día. Hay que indagar en cómo se va a usar esa casa, cómo serán las personas que la habiten, y de ahí empezar a sacar conclusiones e ideas, y eso hace que el trabajo nunca sea monótono y sea muy divertido.
